4 de agosto de 2011

Recuerdo ese anuncio de Heineken que rescataba la frase: You are who you are when no one is looking. Y yo añadiría un: and when you shut up.

Porque los pensamientos no ocupan ese lugar en el que alguien pueda observarte. El cuerpo, muy sabio él, se empeña a veces en hacer gestos y expresiones que dejan entrever a los demás parte de lo que se te pasa por la cabecita y el corazón.

Puede que no estemos preparados para conocer los pensamientos de los demás. Si alguien se atreve a hacer un gesto (aun siendo involuntario) se le recriminará «su sinceridad» y tendrá que aguantarse sus ganas de expresarse.

Pero creo que podríamos acostumbrarnos a un mundo sin cordialidades. Sería cuestión de admitir y aceptar que ciertos pensamientos son habituales y que habría que darles menos importancia de la que les damos. Y confieso que yo ahora no estoy preparada para ello.

Esperamos la perfección de cada cual a nuestro alrededor y, por eso, en realidad no queremos saber lo que piensan. Aunque sea igual a lo que pensamos nosotros. Porque no nos aceptamos, porque nos gustan esas imágenes, ese equilibrio de la comunidad y del mundo que se sostiene en la ignorancia voluntaria.

Porque no conocemos a nuestros hermanos, ni a nuestros padres, ni a nadie. Porque nos damos miedo a nosotros mismos y por eso nos ocultamos a los demás. Porque el mundo se sostiene gracias a esa ***** de desconocimiento.

Nunca nos conoceremos como si fuéramos la otra persona. No ocurrirá. Aunque podamos acercarnos un poquitín.

Y hasta aquí que he hablado de los pensamientos. Pero si hablamos de las acciones, de lo tangible, de lo más cercano, tres cuartas de lo mismo.

Nadie verá lo que hacemos en el baño exactamente, por poner un ejemplo. Nunca nos sentiremos con alguien como si estuviéramos solos.

Nunca habrá una confianza plena.

Mystery.