tout ce qui est petit est mignon
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No sé en qué momento empezó a suceder, pero está claro que la situación ha evolucionado. Siempre es un placer encontrar grupos nuevos y sentir esa sensación de afinidad con la gente y de que ese grupo jamás se deshará, porque a nadie parece molestarle nada de nadie.
Hay un momento mejor. Infinitamente mejor. El momento en el que te das cuenta (en el que me he dado cuenta) de que los lazos no se rompen. De que las miradas son más intensas y cada vez que ves un gesto sabes a qué se refiere, qué quiere, qué siente (dentro de unos límites, claro, que su cabecita sigue siendo indescifrable) y os reís de «vuestras cosas», inexplicables para el resto.
Es algo así como cuando una amiga especial y yo nos echamos una mirada y sabemos lo que estamos pensando y nos reímos y nos entendemos. Es algo así elevado a infinito. Con lagrimones incluidos de llorar de la risa.
Gracias por los momentos en los que no ocurre nada y me pasa de todo. Y en los que ocurre de todo y no nos pasa nada (malo).
¡Qué leches, en todas la situaciones, que todo refuerza y ayuda!
¡A descansar!
Hola desde la uni. Me sorprendo a mí misma sabiendo que escribo en mi rato libre después de comer y que no es en clase mientras pincho en unos links y busco en bases de datos cual diccionario vulgar. Jo, vaya clases de verdad. Es genial preguntarle a la profe «oye, que nos tenemos que ir, ¿dirás algo interesante en lo que queda de clase?» y que te respondan un rotundo «no» jajajaja.
En fin, no quería hablar de cositas de la uni, me apetece escribir lo que sea, estoy contenta, estoy bien, me siento muy bien desde que he recuperado mi vida, en contraste a lo que contaba del Erasmus.
Resulta que estaba de camino en el tren y me puse a imaginar y en estas que pensé que hay gente que es mejor no encontrarse por la calle. No porque caigan mal ni nada, sino todo lo contrario. A los mejores amigos y gente que vemos con relativa frecuencia casi es mejor no encontrárselos de casualidad. Queda raro, es como…
- Oye a ver si nos tomamos algo.
- Ya, si lo hacemos todos los findes.
Luego ya se retomará la conversación normal, pero al principio, al menos a mí, me resulta rarillo. Estoy acostumbrada a pararme con quien no tengo tanta relación y veo de higos a brevas, con quien prometer un hipotético batido y preguntar por algo evidente de su vida (¿qué tal el trabajo / la universidad / la pareja…?).
Un resumen bastante escueto de situaciones que me parecen curiosas y graciosas. La entrada exprés ha terminado.
Hala, pasad un buen día y que no os coman las chinches.
Tras algunos años saliendo de fiesta por ahí de vez en cuando puedo diferenciar así grosso modo, tres tipos de fiesta.
Salir con chicos: salir con chicos suele significar salir de caza. Puede que tú estés ahí en el grupo porque eres la amiga intocable, la novia de algún amigo o porque te estén utilizando secretamente como vínculo entre el mundo de los chicos y el mundo inalcanzable de las chicas. Sea como fuere, ellos toman su copa/cerveza o no y echan miradas a todo su alrededor a ver «qué hay». Huelga decir que chicos bailando con chicos es algo bastante inusual, aunque se les puede encontrar dando saltos y disfrutando la canción mientras comparten amistad.
Su punto de vista es el de intentar entrar al grupo de susodichas de la manera más divertida, como entregando su carta de presentación de facebook con el saludo. La selección del grupo es sencilla: grupo de chicas, no demasiado eufóricas como para que pasen de ellos ni demasiado paradas como para que estén deseando irse a casa. Que estén buenas a sus ojos, o sea, cualquier joven con un cuerpecito y cara mona. O no.
El «ésa pa ti, ésa pa mí» o repartición de la jauría. Total, supongamos que después de unas horas de deliberación, consiguen su objetivo… Una charleta animada y simpaticona con las chicas de turno. Ya, ese no era su objetivo, pero al final mandan ellas ¿o no?
La vuelta a casa puede ser de sobreexcitación absoluta si se ha conseguido el objetivo mencionado o de depresión «¿qué les pasa a las chicas? ¿ya no hay amor?» en caso contrario.
Salir con chicas: en salir con chicas se incluyen amigos gays en el grupo (no offense). Ellas no buscan. Así que lo más probable es que vayáis de fiestuqui y os tiréis un tiempo x bailando las canciones del momento, ahora sí, bailándolas con tus amigas. Luego puede que a las amigas les dé por buscarle maromo a la amiga soltera del grupito, seleccionando cuál puede ser su príncipe azul de la noche y con algunas miraditas y un poco de charla puede que el trabajo esté hecho.
Esto es lo menos común. Lo más común es que la noche se desarrolle de dos maneras. Bueno, en realidad hay una tercera que por desgracia es la más habitual: chicas que se echan unos bailes y al rato se aburren y pá casa, pero es corto de explicar. Las otras dos:
1. Las chicas se vuelven eufórico-etílicas como describí en el otro tipo de fiesta, ante la mirada atónita de chicos de alrededor que sujetan su vaso. Las chicas pasan del tema, saltan, hacen el tonto o hacen juegos que se acaban de inventar. Da igual lo sexy o lo lésbico que pueda resultar el baile, no pretenden seducir a nadie.
2. Las chicas (solteras) observan las cartas de presentación de los chicos. Jiji, jaja, este me cae bien pero es un pesado y ése no me gusta pero es majo. Que las chicas estén receptivas para conocer gente tampoco significa que quieran algo, puede (¡oh, mundo cruel!) que le caigas bien. También me detendré a dividir dos tipos de chicos pesados, no sólo aplicable al mundo discotequil:
- Pesados de verdad: lo siento, es así. Eres pesado y no lo puedes evitar. No es que seas antipático ni nada por el estilo pero se palpa la desesperación en el ambiente o la poca práctica de relación con las chicas. Y eso, agobia y cansa. Asegurado. Y por favor, quien la sigue, la consigue… ¡no!
- El «qué pesado que me llama otra vez»: pues no se lo cojas. Hay chicas que dicen que un chico es pesado pero no paran de hablar con ellos por doquier. Lo dicen para curarse en el grupo de amigas (supongo, no encuentro otra explicación) pero le dan coba y no les llegan a decir «oye, no me llames». Si te han dicho esto, entonces eres un pesado de verdad. Si no, probablemente le acabarás molando a la chica, que se niega a reconocer (por algún motivo de la alineación de los planetas) que le gusta hablar contigo y conocerte o yo qué sé.
Salir con chicos y chicas: mis fiestas favoritas. Suele coincidir que en el grupo hay alguna parejita dándose mimos y echándose sus propios bailes. Tomarse copas, jiji, jaja, chistes entre amigos, cerveceo de antes y bailes de después entre chicos-chicas o chicas-chicas o incluso chicos-chicos haciendo el tontuelo. El grupo suele estar cerrado y no se suelen tener objetivos de ligoteo. El objetivo es divertirse y bailar. ¿Que te cansas? Intentas ir a otro garito, ¿que sigues cansado? Pues a casita y todos contentos.
Todo según mi experiencia, claro. Luego cada uno festejará a su manera.
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¿Sabéis? Hace años me parecía imposible tener esta sensación de alegría por saber que en nada vienen unos amiguitos a verme y que en cuanto eso termine, volveré a mi pueblo con toque de ciudad de siempre. Después de dos meses más o menos intensos de conocer gente, adaptarse al nuevo sistema, apuntarse a asociaciones y deportes y aprender francés en cada ocasión permitida… Me he dado cuenta de que ya me basta con mi rutina habitual como para crear otra en un país distinto. Una rutina que ni siquiera puede tener el valor principal de la rutina, que es la estabilidad de que no se acaba a corto plazo ¿no?
Pues nada, tras haber hecho todos los intentos posibles por ver el Erasmus como una aventura de culturas y nacionalidades, llego a la conclusión de que me gusta estar en casa y que suene el teléfono (¡sí, ese que tanto odio!) para que una amiga te llame porque quiere que le cuentes qué tal estás, tomar algo en el burger y ponerte al día con sus cosas. Que quiere que vengas tú, no una persona cualquiera de un evento puesto en facebook para que haya el mayor bulto posible en las fotos y así parezca una verdadera fiesta.
Que no está mal, pero eso también lo tengo en mi casita… Estoy muy contenta porque sé que lo que he aprendido de estos meses es que me gusta mi vida y no necesito de una burbuja Erasmus que me haga desvanecerme de mis problemas y en la que pensar cada vez que odie mi vida. Y soy muy feliz sabiendo que la vida que quiero vivir es la de siempre, la que ya tengo y no la creada en unos meses para satisfacer mis impulsos.
Por eso sé que esto ha servido para algo. Para darle aún más valor a las cosas. Para darme cuenta de que España podrá tener menos dinero, pero la gente ni es más cazurra, ni más maleducada, ni menos elegante. Hay gente de todo tipo en todos lados, pero algo indiscutible es que, al menos Madrid, es mucho más vital.
Estas experiencias son muy subjetivas ya que cada uno busca en ellas algo diferente. Mi problema fue que me encontraba demasiado bien cuando partí a la «aventura» y eso te pone el listón muy alto.
Eso sí, me alegro muchísimo de haber aprendido ciertos valores, de haber reforzado otros tantos y de saber un poquito mejor qué es lo verdaderamente importante para mí. Y saber que no todo el mundo es tan genial como aquéllos que me rodean, así que ya que estamos, podemos agradecérselo también. Porque por ejemplo, es precioso que nieve, pero es decepcionante si no tienes de verdad con quien compartirlo.
Gracias. Pronto estoy ahí. Sin distancias, sin cuentas atrás.
Haré un último apunte final. Y es que, mis mayores aventuras no han sucedido en Francia, sino en los viajes de idas y venidas. Retrasos, gente que viaja, profesores de universidad, beberse una cerveza Leffe 9º en el aeropuerto, hacer un semi-autoestop para llegar a la frontera, no saber si se está en Bélgica o en Francia, conocer a los del tren por más retrasos… Sí, lo más aventurero de todo el Erasmus ha sido el simple hecho de viajar, no de llegar.
Primera imagen mía que subo aquí, que no se me vea demasiado, jaja.
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