25 de febrero de 2010

Ay, estos galleguillos

Un día se me ocurrió cambiar la configuración de mi Tuenti y ponerlo en gallego para que se me fueran quedando algunas palabrillas y la verdad es que me hacía gracia ver cómo lo ponen. Está curioso y queda mucho más cariñoso ver a miña conta en lugar de «mi cuenta» o ver o meu taboleiro en vez de «mi tablón». Sin embargo, hay cosillas que me desconciertan. Por lo pronto ya me parecía un poco raro que para poner de dónde es mi amiga pongan:

Cidade
Guadalaxara /
Guadalajara
Provincia
Guadalaxara /
Guadalajara

Y entiendo que se podrá decir de las dos maneras pero, leches, que con una vez se entendía, ¡que sólo cambia una letra! Hasta puedo entender que para «añadir amigos» pongan atópaos (que deduzco que significa: añádelos). Pero, pero… Hay un par de enigmas del gallego que no alcanzo a descifrar. Una lengua tan sutil, con tanto ritmo, dulce y con armonía, corresponde «chica para rollo» con moza para apaño. Jo, decepciona un poco, oye. Pensé que todo terminaba ahí cuando de repente eché un vistazo más arriba donde en castellano pone zonas de marcha y los catalanes que son mu fisnos usan zones de festa; resulta que los gallegos dicen onde ir de parranda, hala, ahí que parece que lo ha dicho uno ya con la botella en la mano y brindando. Seguro que aún me quedan muchos secretos por descubrir pero por ahora ya estoy servida, visto las pocas palabras que se usan en la red social.

22 de febrero de 2010

Insomnia

Mr. Insomnium decide visitarme de vez en cuando, algún día me inspira y otro me desespera porque como dicen en cierta película: «Cuando padeces de insomnio, nunca duermes totalmente y nunca estas despierto totalmente». Hay un método infalible: sufre de apendicitis. O de otra inflamación, molestia o infección leve que necesite intervención quirúrgica. Te pondrán anestesia… ¡Bendita anestesia! Han sido los mejores 45 minutos de mi vida inconsciente desde, por lo menos, principios de noviembre. He dormido como una reina, con mis sueñecillos profundos, sin ningún problema, sin notar nada del exterior. Sé que no queda bien decirlo, pero por una vez me he sentido genial viviendo en la más absoluta ignorancia.

Me operaron el mismo día que publicaron esta mini-entrevista para una página que se dedica a hacer conocidos algunos blogs desconocidos de la red. Es una buena iniciativa. Si queréis ver mis respuestas a las preguntillas, seguid este enlace: http://www.blogdeldia.org/?p=2161

Así que nada, supongo que mi ángel de la guarda tuvo algún incidente con los patines en un pasado y ahora no quiere que los coja muy a menudo. Estoy a punto de vivir otro noviembre, pero esta vez diciembre no será el mes que le siga, por desgracia.

11 de febrero de 2010

Unas treinta primaveras

Podría hablar de la primavera. Con su florecer, su esplendor, su sol radiante pero tímido… Todo lo precioso ocurre en primavera. Era primavera. No recuerdo muy bien si estábamos a diciembre o a enero. Pero, ya se sabe, no todo dura eternamente y, como ocurre después de la primavera, apareció el invierno. La nieve alegraba algunos días hasta el infinito pero el frío te hacía sentir desvalijado. Nadie se puede librar de un chaparrón, ¡ni aunque lleves paraguas! Si a la nube de al lado le da por explotar, ay, la vas a seguir. Luego volvió el verano, desértico, con actividades, ocupaciones e imaginación, pero, ¿he dicho ya que desértico? Hay sed, cansancio… Aunque con algo más de energías. Hala, todo a la vez, vaya revoltijo y, encima, nostalgia del invierno, digo de la primavera. Suerte que estamos empezando y el sol aún no pega fuerte. A saber cómo se presenta el otoño. Pero, vamos a ver, ¡esto no tiene sentido! Después del verano no viene el otoño, ¡tiene que venir la primavera! Pues, no sé, supongo que el otoño se ha adelantado a febrero en lugar de a junio. Las hojas crujen y se rompen y encima llueve. Pero hay rayitos por ahí danzando, estaremos a 29 de septiembre.

7 de febrero de 2010

Yo³

Hablemos de mi yoyo en particular. Mi yoyo es uno de esos que ahora venden en el Imaginarium y que yo encontré por casualidad en un mercado medieval (¿será el Imaginarium de la Edad Media?). El yoyo en cuestión tiene tres posiciones:

- La primera se llama block y está hecha para realizar trucos muy rápidos, porque la cuerda nunca se podrá descargar del todo y en cuanto llegue al final, volverá a la mano. Permite hacer trucos que apenas puedes saborear, rápidos, inestables, insatisfactorios.

- Con la segunda posición ocurre todo lo contrario: puedes mantener el yoyo en movimiento todo el tiempo que quieras hasta que la cuerda se descargue por completo. ¿Qué ocurre? Que los trucos son preciosos, pero sólo podrás realizar uno, verlo estar y llegar a su final inevitable: que la cuerda acabe por soltarse y el yoyo se quede perdido en el aire para siempre. Nunca puedes volver arriba.

- Si elegimos la posición free, obtendremos la libertad. La libertad de ir sin prisa pero sin pausa. La libertad de crear figuras, vivir y descansar en lo creado sin llegar a romper el juego. Es la manera de poder estar jugando constantemente, de no paralizarse abajo, de que el yoyo siga girando gracias a la energía que le queda. A la que tiene dentro, ésa del rodamiento que por definición no puede hacerte más que seguir moviéndote e inquietándote, hasta el punto de ver que lo importante no era la cuerda que hilaba los trucos, sino las bolitas de dentro de las chapas.

Y aun así, a veces le hacemos un nudo a la cuerda y, sin querer, paralizamos también los rodamientos.

3 de febrero de 2010

Yo²

Desde que era pequeñita me han encantado los yoyos, manejarlos con la mano mientras seguía haciendo otras cosillas y conseguir trucos nuevos que daban mayor manejo al juego. La vida puede ser como un yoyo. Vale, la vida puede ser como cualquier cosa que se te ocurra y quieras ponerle un parecido, pero yo lo haré con un yoyo porque me apetece.

En un momento estás en un columpio, de repente te das la vuelta, estás abajo, subes, bajas, subes… A veces hasta parece un ascensor. Un día vas a la Torre Eiffel y otro crees estar yendo a la Luna, y vuelta al efecto yoyo no bikinesco: arriba-abajo, up&down. Te das cuenta de que puedes dar la vuelta al mundo, que las bombas atómicas existen pero que no son más que un truco pasajero. En realidad todo son trucos. De repente vas en bici, de repente ves nuevas banderas. Y siempre que terminas una nueva figura, un nuevo reto, vuelves al cíclico up&down. Hay algo que se nos escapa. Resulta que el punto inicial, donde empieza todo este juego yoyístico no se encuentra abajo. Se encuentra arriba, en tu mano, así que en cierto modo somos los que decidimos jugar, hacer trucos, enreversarlo y dejarlo dormido abajo hasta que se descargue la cuerda y no tenga más remedio que subir; o eso, o el yoyo se va al carajo y se acaba el juego.