tout ce qui est petit est mignon
Hablemos de mi yoyo en particular. Mi yoyo es uno de esos que ahora venden en el Imaginarium y que yo encontré por casualidad en un mercado medieval (¿será el Imaginarium de la Edad Media?). El yoyo en cuestión tiene tres posiciones:
- La primera se llama block y está hecha para realizar trucos muy rápidos, porque la cuerda nunca se podrá descargar del todo y en cuanto llegue al final, volverá a la mano. Permite hacer trucos que apenas puedes saborear, rápidos, inestables, insatisfactorios.
- Con la segunda posición ocurre todo lo contrario: puedes mantener el yoyo en movimiento todo el tiempo que quieras hasta que la cuerda se descargue por completo. ¿Qué ocurre? Que los trucos son preciosos, pero sólo podrás realizar uno, verlo estar y llegar a su final inevitable: que la cuerda acabe por soltarse y el yoyo se quede perdido en el aire para siempre. Nunca puedes volver arriba.
- Si elegimos la posición free, obtendremos la libertad. La libertad de ir sin prisa pero sin pausa. La libertad de crear figuras, vivir y descansar en lo creado sin llegar a romper el juego. Es la manera de poder estar jugando constantemente, de no paralizarse abajo, de que el yoyo siga girando gracias a la energía que le queda. A la que tiene dentro, ésa del rodamiento que por definición no puede hacerte más que seguir moviéndote e inquietándote, hasta el punto de ver que lo importante no era la cuerda que hilaba los trucos, sino las bolitas de dentro de las chapas.
Y aun así, a veces le hacemos un nudo a la cuerda y, sin querer, paralizamos también los rodamientos.
Etiquetas: día a día, vueltas de hoja
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