23 de febrero de 2011

Nada que decir y todo que contar

Hola desde la uni. Me sorprendo a mí misma sabiendo que escribo en mi rato libre después de comer y que no es en clase mientras pincho en unos links y busco en bases de datos cual diccionario vulgar. Jo, vaya clases de verdad. Es genial preguntarle a la profe «oye, que nos tenemos que ir, ¿dirás algo interesante en lo que queda de clase?» y que te respondan un rotundo «no» jajajaja.

En fin, no quería hablar de cositas de la uni, me apetece escribir lo que sea, estoy contenta, estoy bien, me siento muy bien desde que he recuperado mi vida, en contraste a lo que contaba del Erasmus.

Resulta que estaba de camino en el tren y me puse a imaginar y en estas que pensé que hay gente que es mejor no encontrarse por la calle. No porque caigan mal ni nada, sino todo lo contrario. A los mejores amigos y gente que vemos con relativa frecuencia casi es mejor no encontrárselos de casualidad. Queda raro, es como…


- Oye a ver si nos tomamos algo.

- Ya, si lo hacemos todos los findes.

Luego ya se retomará la conversación normal, pero al principio, al menos a mí, me resulta rarillo. Estoy acostumbrada a pararme con quien no tengo tanta relación y veo de higos a brevas, con quien prometer un hipotético batido y preguntar por algo evidente de su vida (¿qué tal el trabajo / la universidad / la pareja…?).

Un resumen bastante escueto de situaciones que me parecen curiosas y graciosas. La entrada exprés ha terminado.
Hala, pasad un buen día y que no os coman las chinches.

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