6 de junio de 2010

La mécanique du coeur


Queda media hora para terminar la jornada laboral, pero hoy te rodea un halo de optimismo veraniego y el jefe te deja cerrar antes de lo habitual. Ya que no has trabajado esos treinta minutillos, te da la sensación de que no son completamente tuyos, así que te diriges a alguna tiendecita de por ahí cerca a ver qué encuentras para alguna persona especial.

Buscas, miras, remiras, tanteas y ahí está. No es la Scarlett Johanson de los regalos, ni la Shakira o quienquiera que altere tus respuestas del polígrafo, porque alguna hay con la que no puedes decir eso de: «pues no me parece tan guapa». Pero no, el regalo no es universal ni general, sólo te llama la atención a ti en particular y por eso, pues bueno, te acercas. Tiene un mecanismo bastante sencillo, lleno de engranajes, agujas y un relojito que funcionan a la perfección. En las instrucciones de lo que parece un reloj de cuco se advierte de que introducir la aguja en el lugar propio puede poner en peligro la estabilidad de la mécanique. Sin embargo, para poder sacarlo de la estantería es obligado utilizar dicha agujita.

Al lado se encuentra su envoltorio. El papel de regalo está hecho a medida, en armonía y con una cajita en forma de… nada, en forma lo que pueda dejar ver el objeto en sí, con un pequeño orificio que te deja escuchar el sonido hipnótico del tic, tac que tanto dista de las agujas que no te dejan dormir por las noches.

Lo coges, lo miras, tocas un poquito el mecanismo a ver si funciona de verdad y escuchas el ruidito causado por meter la aguja adecuada. Te lo llevas, empiezas a pensar si le va a gustar, si es un buen regalo, si va a durar o el reloj se estropeará pronto y llegas al mostrador. La dependienta te pide la tarjeta, se la vas a dar y en ese preciso instante le pone una pegatina que dice: espero que te guste. Vaya, qué decepción. Querías un, no sé, un: con cariño, ojalá te encante, con todo mi corazón, o cualquier pegatina dorada que se acercara a lo que tenías en mente. Piensas, reflexionas… Ay, está bien, pero… No me gusta esa pegatina. Escuchas el tic, tac y te asustas, te retractas, te retraes, retrocedes, te retiras.

Au revoir, pequeño relojito.

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