16 de diciembre de 2008

De ti y de mí

Como primera entrada y para no ahuyentar a los pocos cotillas que estén vagando por aquí, hoy hablaré de algún tema algo universal (o al menos local)… No, tranquilos, no hablaré del amor idealizado, eso se lo dejo a los vampiros.

Hay algo que todos vivimos y es inevitable seguirlo, tarde o temprano, siempre o pocas veces: la rutina. Esta palabreja es odiosa, desde que mandaban hacer redacciones en inglés sobre la “daily routine” para utilizar el presente, hasta el describir el típico me levanto-desayuno-voy a trabajo/instituto/universidad-vuelvo-ceno-me acuesto.

Es tan cierto y a la vez tan erróneo… Precisamente lo que distingue los días buenos de los malos (que no son ni los coches rojos ni amarillos) es lo que hay dentro de esas acciones y cómo se desarrollan, pero no nos damos cuenta (o sí, por eso lo escribo).

Por ejemplo, ir en el transporte público puede ser lo más aburrido del mundo, puede ser el momento de echar una cabezadita o quizás te arranque una pequeña sonrisa el escuchar cierta conversación ajena que no deberías o ver cómo un padre lleva un megarregalo entre sus brazos que no puede ni agarrar, por los tiempos navideños.

Hay que aprender a valorar lo cotidiano, y también a quejarse de todo lo que es demasiado rutinario y no nos aporta (casi) nada. No seamos hipócritas, decir que todo va siempre bien o que es perfecto es igual de estúpido que decir que todo da igual. Hay que animar al optimismo, a la emoción, a la rebeldía y movimiento interior, pero no queremos rozar la irracionalidad: si todo estuviera perfecto, significaría que no habría nada que mejorar, y por lo tanto, siempre quedaríamos estáticos, no existirían los sueños, ni las metas. Ser tan idealizador acaba con los sueños… ¡Qué ironía!

Ahora es época de Navidad, ilusión y magia, o eso dicen (¿tendrá que ver con la religión?); es buena excusa para fomentar la alegría cuando hace frío, de hacer anuncios como el de “El Corte Inglés” y regalar cosillas que no valgan para nada pero marquen una sonrisa.

Y si no os creéis lo que digo, id a ver Cortylandia, que este año es feo, pero gusta ver a los niños subidos en los hombros de sus padres por ver unos muñecajos algo ortopédicos.


Muchos besitos, ¡sed buenos!

5 cuchicheos:

Anónimo dijo...

Me ha encantado ^^

Y no lo digo por decir, ñeñeñeñe

Phobos

Adri dijo...

Hombre yo creo que lo que hay que aprender es a saber explotar esa rutina, no a depender de escuchar una conversación o que algo externo te marqué una sonrisa, debemos marcarnosla nosotros..

Y los sueños, sueños son, para que vamos a cumplirlos todos? donde queda la ilusión de cumplirlos entonces? es lo que nos mueve..

Y para terminar he de decir...

Coooooortylandia, Cortylandia!

Imil dijo...

No he dicho en ningun momento que haya que cumplir todos los sueños, ni que tengamos que depender de que "ocurra algo", nosotros podemos poner de nuestra parte, pero por lo general lo que pasa es que ocurren cosas y las pasamos por alto terminando por definir "lo general"
El "estar en casa" como si no se hablase con nadie de la familia o se estase todo el dia durmiendo.
Ademas, nosotros podemos hacer por intentar disfrutar, pero no todos los dias podemos cambiar el mundo, sin embargo, sí podemos interactuar con él si no nos quedamos en lo general de lo que hablo...

Adri dijo...

Digo, tendriamos que aprender a crear nosotros esos momentos, no digo que siempre estemos hiperfelices, porque eso tampoco seria lógico, tenemos que aprender a vivir con todos los estados de animo para disfrutarlos todos los estados, tanto los buenos, como los malos..

Solo digo que para poder saborear bien las cosas buenas, como por ejemplo escuchar una conversación en el bus..(no digo que esto no sirve..claro que sirve!) hay que aprender a fabricarnos nosotros nuestras propias cosas buenas.

Rachel dijo...

la rutina a veces es maravillosa...y otra es un infierno...como todo en la vida,no?
bienvenida bloggera

Publicar un comentario

* ¡A comentar se ha dicho! *