6 de octubre de 2009

Claroscuro


- Piiiii (suena el portero)
- ¿Quién?
- ¡Soy yo!

Las relaciones entre la gente son asombrosas. ¿Qué diferencia hay entre un «yo» y un profundo silencio? Bueno, vale, el tono de voz, pero, ¿de verdad creemos que nuestra voz es inconfundible?
Sin embargo no me quejo de estas oscuras respuestas en absoluto, todo lo contrario… De hecho, ¡ojalá todo fuera así y no hubiera que poner nombres concretos a todo lo que está claro!
El otro día estaba charlando con una amiga con la que tengo bastante confianza y hablábamos de eso que preocupa al mundo: las relaciones (vale, para qué engañarnos, hablábamos de chicos y ya está). Entonces resulta que parece que hay que tener claramente diferenciada cada etapa de una relación con alguien del sexo opuesto cuando surge algo más que amistad (¿ha sido un lío, estamos de rollo, estamos saliendo, somos pareja de hecho? ¡Dios Santo! ¿Os imagináis hacer lo mismo con cualquier otra relación? Ejemplificando se entiende la gente:
- Espera, Cristina, tenemos que hablar
- ¿Qué pasa?
- Es que, necesito saberlo, ¿somos mejores amigas, una amiga más, sólo conocidas, compañeras?
- ¡Y yo qué sé!
Normalmente con la gente simplemente nos llevamos bien, pasamos buenos ratos, la relación es única y se va desarrollando, no hay límites (es un continuum, como les encanta decir a mis profesores) ni palabras concretas que lo definan.

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